RESUMEN:
- La Batalla de Lepanto fue un combate naval que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 a la entrada del golfo de Patras (Grecia), que en ese entonces era llamado por los venecianos “Golfo de Lepanto”, donde se enfrentaron la armada del Imperio Otomano contra la de una coalición cristiana, llamada “Liga Santa” (integrada por España, Nápoles, Venecia, los Estados Pontificios, Génova y otros).
- El Papa Pío V pidió a todos los fieles cristianos que rezasen el Santo Rosario para conseguir la victoria ante los enemigos de la cristiandad.
- La victoria de la Santa Liga impidió que los otomanos controlaran el Mediterráneo. Podría decirse que el mundo tal como lo conocemos nació de esta victoria.
- La victoria de Lepanto popularizó el uso del Santo Rosario y desde entonces cada 7 de octubre la Iglesia Católica celebra la festividad de Nuestra Señora del Rosario.
- En esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que le valió el sobrenombre de “manco de Lepanto”. Él calificó la batalla como “la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”.
LA BATALLA
Entre los siglos XV y XVI Europa estaba fuertemente amenazada por los otomanos (musulmanes), que tenían como objetivo conquistar el mundo cristiano. Ya lo habían logrado con los territorios cristianos del norte de África, aunque al mismo tiempo Portugal y España se habían librado de ellos después de 800 largos años de invasión y lucha.
El 7 de octubre de 1571, una flota de buques de las fuerzas combinadas de la Liga Santa, con don Juan de Austria a la cabeza y bajo el amparo del Papa Pio V, se dirigían al golfo de Lepanto para enfrentar la armada del Imperio otomano y salvar el continente. El papa pidió que se rezara el Rosario diciendo: “Dadme un ejército que rece el rosario y conquistaré el mundo”. En aquella batalla se jugó mucho más que un territorio: se puso en jaque toda una cultura, una forma de ver el mundo, valores cristianos y humanos…
Las pérdidas de los enemigos fueron enormes: de 30 a 40 mil muertos, de 8 a 10 mil prisioneros, 120 galeras apresadas y 50 hundidas o incendiadas, numerosas banderas y gran parte de la artillería en poder de los vencedores. Doce mil cristianos que estaban esclavizados alcanzaron la libertad.
El resto de la escuadra enemiga se bate en retirada y se dispersa, mientras las trompetas católicas proclaman a los cuatro vientos la victoria de la Santa Liga en la mayor batalla naval que la historia jamás registrara. Se supo después que, en el fragor de la batalla, los soldados otomanos avistaron por encima de los mástiles mayores de la escuadra católica una señora que los aterraba con su aspecto majestuoso y amenazador.
La historia es testigo de que la lenta decadencia del poderío naval de los otomanos comenzó con su derrota en Lepanto.
EL PAPA ENCOMIENDA LA VICTORIA A LA VIRGEN DEL ROSARIO
Entretanto en Roma el Papa aguardaba las noticias, ayunando y redoblando sus oraciones por la victoria. El mismo Papa insta para que Cardenales, Monjes y fieles hagan lo mismo confiando Su Santidad en la eficacia del Santo Rosario. El día 7 de octubre él trabajaba con su tesorero Donato Cesi el cual exponía los problemas financieros. De repente, se apartó de su interlocutor, abrió una ventana y entró en éxtasis, se volvió hacia su tesorero y le dijo: “Id con Dios. Ahora no es hora de negocios, sino de dar gracias a Jesucristo pues nuestra escuadra acaba de vencer” y se dirigió a su capilla.
En la noche del 21 para el 22 de octubre el Cardenal Rusticucci despierta al Papa para confirmarle la visión que él había tenido. En un llanto varonil San Pío V repitió las palabras del viejo Simeón: “Nunc dimitis servum tuum, Domine, in pace” (esp. “Ahora, Señor, puedes dejar ir a tu siervo irse en paz”, Lc. 2,29). En la mañana siguiente es proclamada la feliz noticia en San Pedro luego de una procesión y un solemne Te Deum. De allí en más, el día 7 de octubre quedó consagrado a nuestra Señora de las Victorias y más tarde al Santo Rosario, en las Letanías Lauretanas se agregó por vox populi la invocación “Auxilium Christianorum” (esp. Auxilio de los cristianos). Capillas con la invocación de Nuestra Señora de las Victorias comienzan a surgir en España e Italia. El senado veneciano coloca debajo del cuadro que representa la batalla la siguiente frase: “Non virtus, non arma, non duces, sed Maria Rosarii Victores nos fecit” (esp. “Ni la fuerza, ni las armas, ni los comandantes, sino la Virgen María del Rosario es la que nos dio la victoria”). Génova y otras ciudades mandaron pintar en sus puertas de ingreso la imagen de la Virgen del Rosario.
Más tarde al Papa Gregorio XIII modifica el nombre de la solemnidad por el de “Nuestra Señora del Rosario”, ya que fue gracias a la recitación de miles de rosarios rezados a la Virgen como se consiguió vencer la batalla en Lepanto.
RELIQUIAS DE LA BATALLA
- La reliquia más importante es El Cristo de Lepanto que se encuentra en la Catedral de Barcelona.
- También en Barcelona, en el Museo Marítimo de Barcelona, en el astillero medieval, se guarda una reproducción a escala real (60 metros de eslora total) de la nave La Real de Juan de Austria.
- En el Monasterio de Ntra Sra. de Guadalupe en España podemos contemplar un enorme farol capturado de uno de los navíos de guerra musulmanes en la Batalla de Lepanto.
- En Roma, en el techo de Santa Maria en Aracoeli, podemos observar las decoraciones en oro tomadas de las galeras turcas. En el palacio Doges de Venecia hay una gigantesca bandera islámica, trofeo de la victoria sobre uno de los barcos turcos en la batalla de Lepanto.
- En la Basílica Santa María la Mayor, cerca de la tumba del Papa Pío V, se encontraba otra bandera islámica de la batalla, pero fue devuelta a Estambul en 1965 como gesto de concordia.
EL PAPA LEON XIII ESTABLECE EL MES DEL ROSARIO
La Iglesia Católica celebra cada 7 de Octubre la fiesta de la Virgen del Rosario, que fue instituida por el Papa san Pío V para conmemorar la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario. Εl Papa definió el rezo del Santo Rosario como «un modo piadosísimo de oración, al alcance de todos, que consiste en ir repitiendo el saludo que el ángel le dio a María; interponiendo un Padrenuestro entre cada diez Avemarías y tratando de ir meditando mientras tanto en la Vida de Nuestro Señor» (Bulla “Consueverunt Romani Pontifices”, 17 Septiembre 1569).
El Papa León XIII (s. XIX), a quien se le llama el «Papa del Rosario», promulgó 22 documentos en los que se habla en especial del Santo Rosario. Mencionamos aquí aquellos en los que instituye el mes de Octubre como dedicado al Santo Rosario:
a) Encíclica «Supremi apostolatus officio», 1 de septiembre de 1883. El Papa promulgó esta encíclica a la vista de las graves dificultades que, en ese momento, se cernían sobre la Iglesia. “Decretamos por lo mismo y ordenamos que en todo el orbe católico se celebre solemnemente en el año corriente, con esplendor y con pompa la festividad del Rosario, y que desde el primer día del mes de Octubre próximo hasta el segundo día del mes de Noviembre siguiente, se recen en todas las iglesias curiales, y si los Ordinarios lo juzgan oportuno, en todas las iglesias y capillas dedicadas a la Santísima Virgen, al menos cinco decenas del Rosario, añadiendo las Letanías Lauretanas”. El Pontífice indica también las indulgencies concedidas a los fieles que practiquen esta devoción. Durante ese año la Iglesia añadió a las Letanías Lauretanas la advocación “Reina del Santísimo Rosario”.
b) Encíclica «Octobri mense», 22 de septiembre de 1891. El Papa se dirige a toda la Iglesia repitiendo la petición hecha en años precedentes sobre la práctica del Rosario en el mes de octubre, porque siguen presente los ataques contra Cristo y a su Iglesia. Concluye esta encíclica exhortando a que todo el orbe católico se congregue durante el mes de octubre alrededor de los altares de la Reina celestial con la oración del Rosario, otorgando las mismas indulgencias de los años precedentes.
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