Sacerdotes celebrando la Santa Misa
Omnipotente y eterno Dios, dígnate mirar el rostro de tu Cristo, el eterno Sumo Sacerdote, y por amor a Él ten piedad de tus sacerdotes. Recuerda, oh Dios misericordioso, que no son sino débiles y frágiles criaturas. Mantén vivo en ellos el fuego de tu amor. Guárdalos junto a Ti para que el enemigo no prevalezca contra ellos y para que en ningún momento sean indignos de su sublime vocación.
¡Oh Jesús!, te ruego por tus fieles y fervorosos sacerdotes que trabajan cerca o en lejanas misiones, por tus sacerdotes que sufren tentación; por tus sacerdotes que sufren soledad y desolación; por tus jóvenes sacerdotes, por tus ancianos sacerdotes; por tus sacerdotes enfermos, por tus sacerdotes agonizantes, por las almas de tus sacerdotes que padecen en el Purgatorio.
Pero, sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que me son más queridos: al sacerdote que me bautizó, al que me absolvió de mis pecados; a los sacerdotes a cuyas Misas he asistido y que me dieron tu Cuerpo y Sangre en la sagrada Comunión; a los sacerdotes que me enseñaron e instruyeron, me alentaron y aconsejaron espiritualmente; a todos los sacerdotes a quienes me liga una deuda de gratitud.
¡Oh Jesús! Guárdalos a todos junto a tu Corazón y concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad. Amén.
Padrenuestro, Ave María (3), Gloria
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